lunes, 1 de septiembre de 2014

NIRA EN HONDURAS, CATRACHA DE CORAZÓN

Catracha de corazón.

Sí, sólo un mes ha hecho falta para que este país me haya robado el corazón. No solo por sus brumas entre montañas, sus atardeceres, sus colores… sino también por su lucha, su solidaridad, su calor, y cómo no, por su gente.

La última tarde que pase en España, un amigo, cooperante en Honduras, me dijo lo siguiente “Vive el momento al máximo, pero no intentes que el resto viva lo que tú vas a vivir” Hace apenas dos días, lo comprendí; no hay palabras para describir esta experiencia. Aun así, lo voy a intentar.

Mi viaje comenzó tres semanas atrás, cuando las trabajadoras del centro Las Flores me recibieron en el aeropuerto de Tegucigalpa con algunas de las niñas. Ya en ese momento pude ver en sus sonrisas y la ilusión de sus ojos  que me costaría mucho dejar este lugar; y en efecto, a una semana de volver a España mis sentimientos comienzan a revolucionarse: ellas han conseguido que me sienta como en casa.

Cuando vi el centro por primera vez, quedé fascinada por la preciosidad del entorno en el que se ubica, caracterizado  por el tono selvático de su vegetación, un riachuelo y pequeños y humildes hogares. El Centro “Las Flores” lo componen pequeñas casitas rodeadas de jardines y árboles de frutas exóticas donde conviven veinte niñas con las que no sólo he aprendido cada día un poquito más acerca de este maravilloso país, su gente, sus costumbres… Sino que he crecido con ellas, con su fortaleza, su amabilidad y con la sonrisa que le muestran a la vida cada día al despertar.


Esta experiencia está siendo una de las más enriquecedoras que he tenido la oportunidad de vivir. Yo intento ofrecer cada día lo mejor de mí, trabajando allá donde se precise mi ayuda, colaborando con todas para que este hogar funcione; pero sin duda lo que recibo supera con creces a lo que doy. Todas aquí se han preocupado de que conozca los mejores rincones del país: he viajado a las ruinas Mayas de Copán, al Cristo desde donde se divisa el último rincón de Tegucigalpa, a los preciosos pueblos artesanos de Ojojona y Valle de Ángeles...  Me han integrado en la vida hondureña:  he ido a comprar frutas y vegetales completamente nuevos para mí al Mercado de Comayagüela, he jugado al fútbol en las laderas de La Cuesta, he molido tortillas de maíz, he tostado café, he comido mangos y guayabas recién cogidos del árbol… Ellas han conseguido que me sienta como en casa, por su entusiasmo, su alegría, sus abrazos de buenos días y buenas noches. Ellas me han abierto su hogar y su corazón. Nuestros grandes momentos juntas se han transformado en lecciones de historia, baile, cocina… y todo ello hace impensable que apenas me quede una semana.

Mi gratitud y afecto va dirigido a ellas: las niñas de este Centro, que me han ofrecido todo su cariño desde el primer momento; y por supuesto, a la directora, y a todas las trabajadoras, que me han cuidado y se han preocupado de no me falte de nada aquí. También les dedico toda mi admiración por hacer esta preciosa labor, luchando cada día para que este centro no cierre sus puertas;  para que este lugar consiga las escasas subvenciones que hay, y los medios y recursos para que las niñas estén sanas y felices;  para que tengan los apoyos necesarios y reciban una educación de calidad; y sobre todo, para que se realicen como personas y como mujeres fuertes e independientes.

Para mí, Honduras son ellas. Aquí se queda un pedacito de mi corazón.




NIRA PLAZA COCA, VOLUNTARIA EN LA CASA DE LAS FLORES, TEGUCIGALPA. HONDURAS

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