domingo, 20 de octubre de 2013

Cooperación, voluntariado y discapacidad

Estas son experiencias de cooperación con grupos vulnerables en América Latina. La foto es la de un parque para la infancia con discapacidad, representa aquello por lo que hay que seguir trabajando.

Berta BrusilovskyFiler. Secretaria/Tesorera
 
Parque infantil en el Centro “Crecer con Todos”, Resistencia. El Chaco
 

El hambre acosa continentes enteros. La educación no llega a todas las niñas y niños del mundo. El SIDA es aún una pandemia por la que mueren, año tras año, miles de personas. No hay caminos que comuniquen los pueblos del interior de la pobreza, no hay viviendas dignas, ni agua potable y, en consecuencia, no hay condiciones sanitarias para todos.

Y la discapacidad, entendida como circunstancia que afecta la movilidad física, los sentidos o el conocimiento, queda detrás de todos estos problemas que solo las familias del mundo desarrollado pueden afrontar, de forma permanente, insistente y con instrumentos y soluciones,  para resolver, y no en su totalidad, los aspectos  que componen la problemática diaria de las personas y de sus apoyos familiares. Mi contacto con esta problemática no surgió porque si, es producto de muchos años de estudio y preocupación por el tema de la arquitectura, el urbanismo y la discapacidad. Comenzó con personas conocidas y otras desconocidas que enriquecieron mi deseo de trabajar en estas áreas. Pero lo que recuerdo haber leído sobre la infancia con discapacidad, afectada  por las guerras y la pobreza, aumentó el interés que por el tema había tenido hasta ese momento.
 
UNESCO publicó, ya hace muchos años (alrededor de 1995), una guía de recintos escolares aptos para niños y niñas con discapacidades físicas y otros problemas adicionales derivados de sus condiciones particulares (extrema pobreza, guerras, minas antipersonas).La publicación pretendía poner en común necesidades con respuestas espaciales, recomendaciones ambientales y particulares del diseño. Incluyendo también, dadas las características sociales de las y los más vulnerables, consideraciones psicológicas vinculadas a los procesos de percepción y al concepto de orientación espacial.

Las experiencias que tuve en Ecuador fueron intensas y bien encaminadas. En Esmeraldas, aprovechamos el interés de las personas con discapacidad en general, y sensorial, en particular, para organizar con ellos y para ellos,  grupos solidarios de ayuda. Porque todavía hay personas ciegas en el mundo en desarrollo que no pueden salir solas a la calle porque nadie las ha instruido en cómo usar un bastón, los ojos que ellos han desarrollado a través de ese sencillo, pero importante instrumento plegable. Esa era su única demanda, aprender a usar un bastón. Algo que, para las personas con limitaciones visuales en Europa, parece algo tan obvio, al faltar el recurso humano para hacer las capacitaciones sobre la técnica del uso de la guía, era un conocimiento y una ayuda inalcanzable[i].

No logramos ese objetivo, aunque nos pusimos en contacto con varias organizaciones. Sí conseguimos, con el apoyo de la Dirección Provincial de Educación Especial, jóvenes estudiantes dispuestos a hacer de bastón y de ojos para todos los que lo solicitaran, un voluntariado local que se puso en marcha con nuestros proyectos.

Entre otras instituciones con las que colaboré en estos años y por todo lo que aprendí de ellos, merece un espacio preferencial una fundación de Quito, dedicada a la hipoterapia y otras técnicas dinámicas para el tratamiento de la discapacidad, incluso afecciones cerebrales muy profundas. Ellos trataban-y aún siguen con esta iniciativa, ya mucho más sólidas- -de llegar a todos con sus escasos medios, muy bien aprovechados (básicamente una especialista de origen alemán, con su marido y una secretaria de la institución). Ponen en marcha programas y proyectos consiguiendo aquí y allí el apoyo necesario para desplazar especialistas europeos y locales a los más remotos rincones de los países de Centro y Sur América. Inicié mi amistad con ellos a través de una amiga, voluntaria belga que daba clases de teatro terapia. Otro tema que habría que profundizar por sus efectos positivos sobre las personas con discapacidad y, sobre todo, por parte de aquellos que necesitan abrirse y comprender que hay algo, más allá del espacio de sí mismos. Con esta fundación también organizamos, en Esmeraldas,  encuentros y capacitaciones, en colegios especiales y maestros interesados que posteriormente organizaron grupos de voluntarios con  adolescentes y jóvenes, como forma de “Aprendizaje-Servicio”[ii].
Tuve otras experiencias en Congresos de Discapacidad en Quito, Esmeraldas, y Panamá, y la  oportunidad de compartir diferentes técnicas que con animales, movilizan mente y cuerpo de las personas que, hasta ese momento, permanecen inmóviles por su discapacidad y su aislamiento. Y que después de un tratamiento, no demasiado prolongado, modifican mente y cuerpo, posturas y reacciones. Como si el caballo en su lento, protector y cuidado movimiento, trasmitiera energías a sus cuerpos.
Pero esto es solo un ejemplo. Es aún asignatura pendiente del mundo en desarrollo e incluso, del mundo desarrollado. La discapacidad asusta a muchos, las diferencias y el no saber qué hacer son factores que hay aún que superar. Pero experiencias como estas y otras (que estoy segura se desarrollan por el mundo) cambian personas, conciencias, cuerpos y mentes de aquellos que SI  deben ser movilizados, por su incapacidad de comprender la riqueza que hay en las diferencias.




[i] Con toda seguridad ya resuelto en algunos lugares a los que llega la ONCE- Latinoamérica.
[ii] El “Aprendizaje Servicio” surge en esos años. Es una metodología de extensión o servicio hacia la comunidad a partir de la escuela. En la Universidad es “Extensión Universitaria”.