Hace unos días, Acción para el Desarrollo y la
Igualdad me dio la oportunidad de poder asistir al congreso Trust Women
Conference organizado por la Fundación Thomson Reuters. Este congreso se lleva
celebrado desde 2012, contando cada vez con más delegados, organizaciones y
compañías que deciden participar para intentar tomar acciones respecto a temas
tales como la esclavitud moderna, el empoderamiento femenino, o la educación.
En estos dos días he estado empapándome de estos temas tanto por las conferencias
como por las conversaciones posteriores con personas venidas de todo el mundo
para este congreso.
El primer día, las charlas giraron en torno al tema de la educación;
aunque a medida que el congreso avanzaba me di cuenta de que este era un tema
transversal, a la vez que una herramienta, para combatir todos los demás
problemas, la sumisión de la mujer, la esclavitud moderna, e incluso el tráfico
humano.
La educación nos hace hombres y mujeres libres ¿Por qué? es la
herramienta que nos posibilita pensar por nosotros mismos, decidir libremente,
pensar de manera crítica para que podamos elegir y opinar de forma autónoma. Por
ello es tan importante el derecho a la
educación, para que las sociedades puedan ser libres y de esta manera avanzar y
progresar garantizando la igualdad entre sus ciudadanos y ciudadanas.
Hasta que todas las niñas del mundo puedan recibir una educación integral
y de calidad no se romperán las desigualdades, poniendo fin a esta sociedad
patriarcal y misógina. En lugar de ello, muchas de estas niñas deben trabajar
para ayudar a sus familias, son sometidas a casamientos forzosos, o simplemente
no se les permite recibir educación por parte de un hombre y el número de
maestras en el lugar donde viven es insuficiente. La educación es la única arma
posible para que estas niñas puedan ser mujeres independientes, libres de la
sumisión de un marido que las mantenga; su única solución es acceder a una
independencia económica, un empoderamiento que les permita ser autosuficientes
sin la necesidad de doblegarse ante un hombre. Esta dependencia económica hacia
los hombres, en sociedades tan cerradas y conservadoras, las imposibilita a ser
dueñas de su vida, de sus decisiones, de su educación, de su acceso a la salud,
de su sexualidad.... ¿Cómo pueden recuperar esto si desde niñas se les niega el
acceso a una educación básica? El mundo
necesita mujeres libres para ayudar a otras mujeres a conseguir su
independencia, a tomar sus propias decisiones en todos los ámbitos de su vida.
“Cuando empoderas a una niña por
medio de la educación, cambia el mundo de todas las personas alrededor de ella”
Justo ayer, mientras preparaba café con una gran amiga y persona,
hablábamos sobre el mundo en general, en relación a cómo el mundo en el que
vivimos se ha convertido en una auténtica olla a presión en el que ahora más
que nunca todo está despertando y reaccionando a raíz de la globalidad
imperante.
En parte esto puede verse como una ventaja, pues a la vez que esta sociedad
nos empuja al egoísmo a través del consumismo y la propiedad privada, por otro
lado, estar interconectados, no sólo a nivel telemático, nos da la posibilidad
de empatizar de una manera real con los problemas que existen en la otra parte
del mundo. Esto puede verse como una contradicción, ya que estar tan expuestos
al sufrimiento ajeno en nuestro día a
día puede insensibilizarnos hasta el punto de no inmutarnos ante él y poder
estar viendo en televisión las consecuencias de una devastadora guerra sin vomitar
el almuerzo que estamos tomando en ese momento; pero, y aquí radica nuestra
esperanza, este proceso globalizador puede ayudarnos a crear conciencia, puede
ayudarnos a conocer estas realidades de forma directa, no sólo a través de una
pantalla, y empaparnos de ellas, sufrirlas como nuestras, empatizar, pero
hacerlo de verdad. Vivimos en un mundo
intercultural, en el que cada vez más, las sociedades avanzan juntas, sin
diferencias, en el que los pueblos se apoyan los unos a los otros, porque no nos
sentimos indiferentes ante las violaciones de derechos humanos en China, El
Salvador, o Arabia Saudí, y esto nos hace hermanos y hermanas en un mismo
planeta, independientemente de nuestros orígenes, nuestras costumbres, nuestra
apariencia, y nuestra religión. Vivimos en un planeta en el que todos somos
migrantes, en constante movimiento, mezclando culturas, enriqueciendo
sociedades, avanzando juntos sin perder nuestra esencia, compartiéndola.
Esto nos ayuda a ayudar y a dejarnos ayudar, nos hace más humanos, y este
es el camino que podemos elegir, porque vivir de una manera sostenible y
solidaria no tiene por qué alejarse de la realidad en la que vivimos; porque
aunque parezca difícil, si queremos podemos conseguirlo con cada una de las
decisiones que tomamos cada día, pues no debemos olvidar que el cambio comienza
en nosotros mismos.
Podemos cambiar la realidad, podemos mejorar el mundo en el que vivimos,
y si podemos hacerlo, debemos como mínimo, intentarlo. ¿Cómo? Una de las cosas
que he aprendido en este congreso es que, para perseguir lo que puede parecer
la utopía de vivir en un mundo mejor, en el que no exista esclavitud, sumisión,
pobreza, violaciones de derechos humanos… lo que hay que hacer es bajar de las
nubes y convertir la utopía en realidad, actuar desde nuestras posibilidades,
desde el mundo real, tomando acción.
El primer paso, como todo, es informarse, la información es clave para
poder decidir libremente; el siguiente paso es decidir cómo podemos actuar de
forma sostenible y solidaria, cuál es la manera más equitativa; y a partir de
ahí nuestras decisiones son claves para colaborar con todas las
injusticias cometidas en este mundo,
o no ser cómplices de ellas. Elegir una
ropa u otra, un café u otro, una compañía u otra pueden parecer pequeños gestos
que no sirven para nada, pero todo lo que hay detrás de ello, todos los
intereses económicos que hay en las grandes empresas pueden verse afectados por
la decisiones de la gente de a pie, y es ahí, cuando estás rechazando o siendo
partícipe de la esclavitud, cuando estás ayudando o no a que esa persona que
está trabajando en esa fábrica o en ese campo a que reciba un salario justo.
Con esa elección estás eligiendo enviar un mensaje a las grandes
multinacionales que manejan el mercado – Yo no colaboro con la esclavitud.
Cuando dejemos de mirar para otro lado como sociedad, dándole el precio y
el valor que realmente tiene cada cosa, nos concienciaremos de que comprar esa
marca que nos va a ahorrar unos
euros, tiene un coste muy grande en derechos
humanos, y cuando consigamos empatizar a ese nivel, no nos costará rechazar
hábitos egoístas a los que nos han acostumbrado a través de su publicidad.
Ahora más que nunca tenemos la herramienta de la información, no podemos mirar
para otro lado, debemos dejar de hacerlo.
Las empresas deben cambiar sus
políticas, quizás al principio con
pequeñas acciones y de manera muy superficial, pero esto sólo es el comienzo,
porque cada vez somos más los que rechazamos su enriquecimiento a costa del
sufrimiento ajeno, más los que dejamos de colaborar con ello, los que exigimos
medidas, garantía, acciones reales. Porque nosotros y nosotras, como habitantes
de este planeta, como personas, como consumidores, tenemos una responsabilidad y debemos ser coherentes con
nuestros actos. El cambio comienza en nosotros
mismos, en nuestras elecciones; y eso también es una forma de luchar.
Todos recordamos el derrumbamiento en las fábricas de ropa en Bangladesh.
Esas compañías aún no han respondido por todas esas muertes, más de mil
personas. ¿Quién debe hacerlo? Gobierno y fábricas de proveedores deben
garantizar unas condiciones de seguridad para sus empleados, pero el consumidor
tiene una gran responsabilidad también, y muy importante, en su mano está el
exigir a las empresas que sus proveedores cumplan condiciones de seguridad y
salarios justos.
Es necesario un acuerdo entre ambas partes sobre derechos de los trabajadores, exigiendo transparencia
a las empresas y a sus proveedores en estos países; muchas veces los gobiernos
de estos países son verdaderos esclavos de las multinacionales, no solamente
sus habitantes; si no responden a la presión, a los precios y los salarios que
les imponen, esas multinacionales buscarán proveedores en otros países, dejando
a miles de familias sin el único sustento que tienen. Por ello es el consumidor el que debe exigir a estas
multinacionales más transparencia y políticas más justas, porque somos los que
estamos adquiriendo estos bienes. Nuestro consumo les enriquece, consumamos pues
acorde a la responsabilidad que tenemos.
En definitiva, con estas reflexiones y opiniones personales, me gustaría
invitar a todo el mundo a hacer el mismo ejercicio de introspección y
observarnos de manera realista, y ver qué podemos hacer para mejorar nuestro
entorno y este mundo que compartimos todos y todas, con nuestros actos
cotidianos. Nos invito (me incluyo) a conocer, a indagar, a descubrir qué
ocurre en este vasto planeta en el que vivimos y qué podemos hacer para romper
esa complicidad con aquello que no nos define, y que no estamos de acuerdo.
Hay dos formas de estar en el mundo, participando en él o no haciéndolo.
Si escoges participar en él puedes elegir dos caminos, hacerlo de una manera
ética y sostenible o injusta y destructiva (la pasividad es igual de injusta y
destructiva). Es cierto que a veces vivimos en un mundo horrible, basado en un
sistema económico que sólo atiende al dinero, con personas egoístas que sólo
miran por sus intereses; pero este es nuestro mundo, y podemos cambiarlo,
podemos empezar cambiando nosotros mismos y expandiendo estas ganas de cambio
con nuestras personas más cercanas, y que a su vez estas personas remuevan las
conciencias de su entorno más próximo, y así cada vez seremos más los que
cambiemos este mundo con nuestros pequeños gestos y nuestras elecciones cotidianas.
Lo sé, es el discurso de siempre, pero en vez de dar la espalda, se puede hacer
de ello una realidad mientras se persigue la utopía, se puede hacer de ello
nuestra realidad, y cada vez la de más personas, peleando cada día por un mundo
más justo.
Gracias una vez más a Acción para el Desarrollo y la Igualdad por
despertar en mí esa ilusión por querer cambiar las cosas, y por darme la
oportunidad de compartir todo esto con vosotros y vosotras, y que cada vez
seamos más los que sentimos que tenemos una responsabilidad para con este
mundo.
Nira Plaza Coca
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