Me gustaría hablaros de una problemática
que aunque nos atañe a todos los habitantes de la tierra, sólo algunos la
sufren.
Esta fotografía que he tomado es de mi cubo
de agua de hoy, un cubo de 9 galones, 28 kg (aunque si lo lleno hasta arriba me
es imposible cargarlo los dos kilómetros de camino hasta el internado) Me
siento torpe y débil al ver a las niñas de esta casa hogar cagándolos sin
problemas sobre sus cabezas. Y es que
sólo cuando te falta algo, de verdad comprendes cuánto cuesta conseguirlo.
Esta historia no va sobre el agua en
general, trata sobre este cubo de agua en concreto, este balde de agua.
Un cubo de agua (cuando es lo único que
tienes) aquí, a varios kilómetros de Tegucigalpa, en una aldea de algunas casas
desperdigadas en medio de la frondosa vegetación de estos bosques selváticos,
cuesta el sudor de dos kilómetros cargados literalmente a cuestas o en su
defecto y para mi sorpresa 4 Lempiras.
Cuando pregunto cómo es posible que un cubo de agua sucia pueda costar dinero,
una niña le da un revés a mi cerebro acomodado al mundo de agua potable de
grifo y me contesta “-¡Tía! ¡Un cubo de
agua sucia no!- Y ríe -¡Un cubo de AGUA!. Esa conversación, esa pregunta y
respuesta, ese conjunto, me congelaron y me dejaron pensando un buen rato (aún
exhausta por el esfuerzo físico realizado).
Honduras, y en particular esta zona, ya
lleva tiempo de sequía a pesar que estamos en el mes lluvioso. Nuestra zona
está extremadamente seca, los lugareños
se quejan de la deforestación como causa principal de la sequía, y bien saben
que esto se debe a la masiva tala de árboles y bosques de la zona que hacen que
las nubes vayan y aquí no dejen ni una gota.
La quebrada, el riachuelo que abastece la
aldea está seco, apenas tiene algo de agua donde se bañan algunos niños de la
zona y lavan la ropa sus madres, y de donde nosotras cargamos cubos de agua
para asearnos, lavar algo de nuestra ropa, y utilizar en el baño; y no, aun
exprimiendo la última gota no da para todo.
Por supuesto la situación no es tan
drástica como parece. Existe la opción de comprar agua como en muchos lugares
“más desarrollados”, pagar por un servicio básico que debería ser común a todo
el mundo y recibir cómodamente en casa (como anotación, y por si no lo sabéis,
aquí el agua del grifo no es potable de ninguna manera) pero tristemente no
todas las personas pueden hacer frente a este coste y su encarecimiento
continuo.
Las Flores es un centro de niñas, una casa
hogar que acoge a 20 niñas, que duramente
(y tarde) recibe subvenciones del gobierno, y mejor no hablar de la
Iglesia, que a pesar de pertenecer a esta institución, se desentiende
totalmente del mismo.
Las donaciones privadas, la solidaridad
vecinal, la venta de artesanía, la cooperación internacional… ayudan a que este
centro no cierre las puertas.
Toda esta situación, tan lejana y
desconocida para mí, que hace dos semanas estaba bañándome en mi piscina,
tomando duchas diarias y abriendo el grifo para beber agua potable, me hacen
replantearme más que nunca qué estamos haciendo con el planeta, y en qué nos
estamos convirtiendo o nos hemos convertido como seres humanos. Y es que aunque
vivamos en el mismo planeta, realmente en algunos rincones estamos protegidos
con una cúpula de cristales tintados para no ver la realidad fuera de nuestras
fronteras.
Europa está en crisis, España está en
crisis, la economía europea se tambalea. ¿Crisis de qué?
El modelo económico que tenemos, este
capitalismo salvaje del que nos beneficiamos en los “países desarrollados”,
modelo y estilo de vida que sobrevive de la avaricia, recae directamente en
vidas ajenas, en el otro lado del mundo; tiene un coste. Y aunque a nuestros
ojos sea asequible, el coste real es mucho mayor, ya sea en derechos humanos o
recursos naturales, y de verdad que no lo vemos, aunque lo tengamos delante.
Son los cristales tintados a los que nos hemos acostumbrados.
Mientras unos abrimos el grifo y
despilfarramos el agua potable, a otros les cuesta cargar litros de agua sobre
sus cabezas durante kilómetros.
Nosotras podemos dar gracias: tenemos agua.
Incluso cuando no hay agua, podemos destinar algunos fondos y comprarla.
¿Cuántas personas en el planeta no podrán hacer esto? ¿Cuánta gente no podrá
acceder a este recurso tan básico? Y por otro lado, ¿Cuántos de nosotros, de los
que estáis leyendo esto, nos hemos visto sin acceso al agua más de dos horas? Y
llegados a este punto, ¿Cómo, siendo esta diferencia tan abismal, podemos
realmente empatizar y comprender este problema?
Nira Plaza Coca
Voluntaria en La Casa de Las Flores (Subvención: Diputación de Ciudad Real)
Tegucigalpa, Honduras
Voluntaria en La Casa de Las Flores (Subvención: Diputación de Ciudad Real)
Tegucigalpa, Honduras
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