miércoles, 2 de septiembre de 2015

MI BALDE DE AGUA

Me gustaría hablaros de una problemática que aunque nos atañe a todos los habitantes de la tierra, sólo algunos la sufren.
 
Esta fotografía que he tomado es de mi cubo de agua de hoy, un cubo de 9 galones, 28 kg (aunque si lo lleno hasta arriba me es imposible cargarlo los dos kilómetros de camino hasta el internado) Me siento torpe y débil al ver a las niñas de esta casa hogar cagándolos sin problemas sobre sus cabezas.  Y es que sólo cuando te falta algo, de verdad comprendes cuánto cuesta conseguirlo.
Esta historia no va sobre el agua en general, trata sobre este cubo de agua en concreto, este balde de agua.
Un cubo de agua (cuando es lo único que tienes) aquí, a varios kilómetros de Tegucigalpa, en una aldea de algunas casas desperdigadas en medio de la frondosa vegetación de estos bosques selváticos, cuesta el sudor de dos kilómetros cargados literalmente a cuestas o en su defecto y para mi sorpresa  4 Lempiras. Cuando pregunto cómo es posible que un cubo de agua sucia pueda costar dinero, una niña le da un revés a mi cerebro acomodado al mundo de agua potable de grifo y me contesta  “-¡Tía! ¡Un cubo de agua sucia no!- Y ríe -¡Un cubo de AGUA!. Esa conversación, esa pregunta y respuesta, ese conjunto, me congelaron y me dejaron pensando un buen rato (aún exhausta por el esfuerzo físico realizado).
Honduras, y en particular esta zona, ya lleva tiempo de sequía a pesar que estamos en el mes lluvioso. Nuestra zona está  extremadamente seca, los lugareños se quejan de la deforestación como causa principal de la sequía, y bien saben que esto se debe a la masiva tala de árboles y bosques de la zona que hacen que las nubes vayan y aquí no dejen ni una gota.
La quebrada, el riachuelo que abastece la aldea está seco, apenas tiene algo de agua donde se bañan algunos niños de la zona y lavan la ropa sus madres, y de donde nosotras cargamos cubos de agua para asearnos, lavar algo de nuestra ropa, y utilizar en el baño; y no, aun exprimiendo la última gota no da para todo.
Por supuesto la situación no es tan drástica como parece. Existe la opción de comprar agua como en muchos lugares “más desarrollados”, pagar por un servicio básico que debería ser común a todo el mundo y recibir cómodamente en casa (como anotación, y por si no lo sabéis, aquí el agua del grifo no es potable de ninguna manera) pero tristemente no todas las personas pueden hacer frente a este coste y su encarecimiento continuo.
Las Flores es un centro de niñas, una casa hogar que acoge a 20 niñas, que duramente  (y tarde) recibe subvenciones del gobierno, y mejor no hablar de la Iglesia, que a pesar de pertenecer a esta institución, se desentiende totalmente del mismo.
Las donaciones privadas, la solidaridad vecinal, la venta de artesanía, la cooperación internacional… ayudan a que este centro no cierre las puertas.
Toda esta situación, tan lejana y desconocida para mí, que hace dos semanas estaba bañándome en mi piscina, tomando duchas diarias y abriendo el grifo para beber agua potable, me hacen replantearme más que nunca qué estamos haciendo con el planeta, y en qué nos estamos convirtiendo o nos hemos convertido como seres humanos. Y es que aunque vivamos en el mismo planeta, realmente en algunos rincones estamos protegidos con una cúpula de cristales tintados para no ver la realidad fuera de nuestras fronteras.
Europa está en crisis, España está en crisis, la economía europea se tambalea. ¿Crisis de qué?
El modelo económico que tenemos, este capitalismo salvaje del que nos beneficiamos en los “países desarrollados”, modelo y estilo de vida que sobrevive de la avaricia, recae directamente en vidas ajenas, en el otro lado del mundo; tiene un coste. Y aunque a nuestros ojos sea asequible, el coste real es mucho mayor, ya sea en derechos humanos o recursos naturales, y de verdad que no lo vemos, aunque lo tengamos delante. Son los cristales tintados a los que nos hemos acostumbrados.
Mientras unos abrimos el grifo y despilfarramos el agua potable, a otros les cuesta cargar litros de agua sobre sus cabezas durante kilómetros.
Nosotras podemos dar gracias: tenemos agua. Incluso cuando no hay agua, podemos destinar algunos fondos y comprarla. ¿Cuántas personas en el planeta no podrán hacer esto? ¿Cuánta gente no podrá acceder a este recurso tan básico? Y por otro lado, ¿Cuántos de nosotros, de los que estáis leyendo esto, nos hemos visto sin acceso al agua más de dos horas? Y llegados a este punto, ¿Cómo, siendo esta diferencia tan abismal, podemos realmente empatizar y comprender este problema?
 
Nira Plaza Coca

Voluntaria en La Casa de Las Flores (Subvención: Diputación de Ciudad Real)
Tegucigalpa, Honduras

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