Berta BrusilovskyFiler.
Secretaria/Tesorera
Parque infantil en el Centro “Crecer con Todos”, Resistencia. El Chaco
El hambre
acosa continentes enteros. La educación no llega a todas las niñas y niños del
mundo. El SIDA es aún una pandemia por la que mueren, año tras año, miles de
personas. No hay caminos que comuniquen los pueblos del interior de la pobreza,
no hay viviendas dignas, ni agua potable y, en consecuencia, no hay condiciones
sanitarias para todos.
Y la discapacidad, entendida como
circunstancia que afecta la movilidad física, los sentidos o el conocimiento,
queda detrás de todos estos problemas que solo las familias del mundo
desarrollado pueden afrontar, de forma permanente, insistente y con
instrumentos y soluciones, para
resolver, y no en su totalidad, los aspectos
que componen la problemática diaria de las personas y de sus apoyos
familiares. Mi contacto con esta problemática no surgió porque si, es producto
de muchos años de estudio y preocupación por el tema de la arquitectura, el urbanismo
y la discapacidad. Comenzó con personas conocidas y otras desconocidas que
enriquecieron mi deseo de trabajar en estas áreas. Pero lo que recuerdo haber
leído sobre la infancia con discapacidad, afectada por las guerras y la pobreza, aumentó el interés
que por el tema había tenido hasta ese momento.
UNESCO publicó, ya hace muchos
años (alrededor de 1995), una guía de recintos escolares aptos para niños y
niñas con discapacidades físicas y otros problemas adicionales derivados de sus
condiciones particulares (extrema pobreza, guerras, minas antipersonas).La
publicación pretendía poner en común necesidades con respuestas espaciales,
recomendaciones ambientales y particulares del diseño. Incluyendo también,
dadas las características sociales de las y los más vulnerables,
consideraciones psicológicas vinculadas a los procesos de percepción y al
concepto de orientación espacial.
Las experiencias que tuve en Ecuador
fueron intensas y bien encaminadas. En Esmeraldas, aprovechamos el interés de
las personas con discapacidad en general, y sensorial, en particular, para
organizar con ellos y para ellos, grupos
solidarios de ayuda. Porque todavía hay personas ciegas en el mundo en desarrollo
que no pueden salir solas a la calle porque nadie las ha instruido en cómo usar
un bastón, los ojos que ellos han desarrollado a través de ese sencillo, pero
importante instrumento plegable. Esa era su única demanda, aprender a usar un
bastón. Algo que, para las personas con limitaciones visuales en Europa, parece
algo tan obvio, al faltar el recurso humano para hacer las capacitaciones sobre
la técnica del uso de la guía, era un conocimiento y una ayuda inalcanzable[i].
No logramos ese objetivo, aunque
nos pusimos en contacto con varias organizaciones. Sí conseguimos, con el apoyo
de la Dirección Provincial de Educación Especial, jóvenes estudiantes
dispuestos a hacer de bastón y de ojos para todos los que lo solicitaran, un
voluntariado local que se puso en marcha con nuestros proyectos.
Entre otras instituciones con las
que colaboré en estos años y por todo lo que aprendí de ellos, merece un
espacio preferencial una fundación de Quito, dedicada a la hipoterapia y otras
técnicas dinámicas para el tratamiento de la discapacidad, incluso afecciones
cerebrales muy profundas. Ellos trataban-y aún siguen con esta iniciativa, ya
mucho más sólidas- -de llegar a todos con sus escasos medios, muy bien
aprovechados (básicamente una especialista de origen alemán, con su marido y
una secretaria de la institución). Ponen en marcha programas y proyectos
consiguiendo aquí y allí el apoyo necesario para desplazar especialistas
europeos y locales a los más remotos rincones de los países de Centro y Sur
América. Inicié mi amistad con ellos a través de una amiga, voluntaria belga
que daba clases de teatro terapia. Otro tema que habría que profundizar por sus
efectos positivos sobre las personas con discapacidad y, sobre todo, por parte
de aquellos que necesitan abrirse y comprender que hay algo, más allá del
espacio de sí mismos. Con esta fundación también organizamos, en Esmeraldas, encuentros y capacitaciones, en colegios
especiales y maestros interesados que posteriormente organizaron grupos de
voluntarios con adolescentes y jóvenes,
como forma de “Aprendizaje-Servicio”[ii].
Tuve otras experiencias en
Congresos de Discapacidad en Quito, Esmeraldas, y Panamá, y la oportunidad de compartir diferentes técnicas
que con animales, movilizan mente y cuerpo de las personas que, hasta ese
momento, permanecen inmóviles por su discapacidad y su aislamiento. Y que
después de un tratamiento, no demasiado prolongado, modifican mente y cuerpo,
posturas y reacciones. Como si el caballo en su lento, protector y cuidado
movimiento, trasmitiera energías a sus cuerpos.
Pero esto es solo un ejemplo. Es
aún asignatura pendiente del mundo en desarrollo e incluso, del mundo
desarrollado. La discapacidad asusta a muchos, las diferencias y el no saber
qué hacer son factores que hay aún que superar. Pero experiencias como estas y
otras (que estoy segura se desarrollan por el mundo) cambian personas,
conciencias, cuerpos y mentes de aquellos que SI deben ser movilizados, por su incapacidad de comprender la riqueza que hay en las
diferencias.
[i] Con toda seguridad ya resuelto en algunos lugares a
los que llega la ONCE- Latinoamérica.
[ii] El “Aprendizaje Servicio” surge en esos años. Es una
metodología de extensión o servicio hacia la comunidad a partir de la escuela.
En la Universidad es “Extensión Universitaria”.
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